Arturo es un exitoso hombre de negocios que está constantemente viajando tanto dentro como fuera del país. Hombre de 40 y tantos, tiene como pareja a una exuberante mujer de 25, quien desde que conoció a Arturo dejó de llamarse Margarita, como en el tango aquel, para llamarse Margot.
Arturo viene viajando del extranjero, leyendo y releyendo contratos de importaciones, negocios que tiene que cerrar antes del lunes. Está ansioso por llegar porque hace un par de semanas que no ve a Margot ex margarita, y le preocupa que otro atienda las pasiones de ese monumento de mujer en sus prolongadas ausencias.
Aún cuando viene cansado, quedó de juntarse con ella en el Hotel 777, su punto favorito de encuentros cada vez que regresa de algún viaje. El taxi ya había tomado Departamental, la calle del hotel 777, de modo que guardó todo en su portafolios y se dispuso a pensar en lo que le esperaba. La imaginó desnuda en la habitación a media luz, con esa musiquilla de fondo que le excitaba mucho cuando ella besaba su espalda, desnudos ambos.
Margot, antes Margarita, le había prometido una sorpresa, promesa que hacía volar la imaginación de Arturo. Él es un hombre caliente y ella no se queda atrás, pero siempre terminan ganando los menos años. Ah, pero esta vez aparte del deseo natural, se había metido una pastilla azul, por si las moscas, pensaba el hombre. Ingresó rápidamente al hotel y se detuvo frente a la habitación elegida por ella. ¿Sería la habitación la sorpresa? No era la misma de siempre. No había querido llamarle por teléfono, de modo que golpeó suave la puerta, dos veces.
Esperó un instante y golpeó una vez más. Ante la contraseña la puerta se abrió lentamente, dejando entrever en la tenue luz, un cuerpo alto y delgado. Pestañeó repetidamente porque le habían cambiado a Margot, más bien pequeña y como dije antes, exuberante. Creyó haberse equivocado de habitación, pero no. La luz se encendió en su claridad absoluta y pudo ver a Margot riendo tomada de la mano de su vecina Olga, a quien había convencido para hacer un trío. Las dos desnudas, se veían algo cómicas por la notoria diferencia de estatura entre ambas, pero más cómica era la cara de Arturo ante el inesperado cuadro que tenía frente a sus ojos.
Como para romper la inercia, Olga se le acercó y lo besó apasionadamente, tomando sus manos para depositarlas en su culo desnudo. Ella era la que en ese momento estaba más caliente de las dos. Él no salía de su sorpresa, pero se alegró de haberse metido la azulita. Entre las dos se dieron a la tarea de desnudarlo entre manoseos y risitas nerviosas. Con una mano en cada monte de Venus, cuál más mojado y resbaloso, él se creyó un demonio sexual.
Margot volvió a bajar la intensidad de las luces para darle el más caliente de los besos, y cuando él abrió sus labios solo recibió aire, porque el beso fue a caer en la boca de Olga, quien abrió los ojos e intentó resistirse. Eso no estaba en el trato, pensó. Margot prácticamente la forzó mientras Arturo solo atinaba a mirar. Ese fue desde el comienzo el plan de Margot, pero no el de Olga, y mucho menos el de la víctima. Perdón, de Arturo, quien estaba con su pene a full, a pesar de no saber a qué atenerse.
Antes que asumiera a cabalidad lo que estaba ocurriendo, Margot y Olga ya estaban dando vueltas en la cama, jadeando de placer en la más hermosa de las tijeras que ni en películas él había visto tan de cerca. Se dejó caer encima de ambas, buscando clavar al azar su puñal cuando encontró la mano primero y la boca después, de Olga, quien empezó a succionar en cuatro mientas Margot perdía su boca entre sus piernas y su lengua revolvía furiosamente su clítoris. Doble placer sentía Olga, ante tan exquisita situación nunca antes experimentada.
Sintió que afloraba su parte lesbiana rápidamente y soltó suavemente el pene de Arturo. Este, sintiéndose libre de aquella succión buscó ubicación detrás de Margot y la penetró, primero suavemente para imprimir cada vez más velocidad. Pero si bien logró el orgasmo, sintió que su joven y exuberante novia respondía mejor al cuerpo de Olga. Intentó acariciar los pequeños pechos de esta, pero su delgadez, que no era de su gusto sexual, mermaba sus deseos. Olga por otra parte parecía no darse cuenta de su presencia. Se alejó el buen hombre hasta la silla cercana, donde se sentó a disfrutar el espectáculo y a aguantar sus ganas de participar.
Total, ya había logrado su orgasmo, lo cual después de un par de semanas de abstinencia no le resultó difícil, a pesar del suave rechazo de las mujeres. Qué de cosas hermosas se decían ellas. Qué de deseos obscenos y reprimidos tuvo que escuchar. Margot sentía que los besos de Olga la calentaban por lejos más que los de Arturo, en tanto esta, medio borracha y muy caliente, se dejaba llevar atrapada por las caricias de su vecina.
Cuando él se levantó de la silla para vestirse y salir dignamente de allí, sintió un brazo alrededor de su cuello que lo arrastró hasta la cama y de inmediato cayó sobre él, el delgado cuerpo de Olga, quien en su plan inicial llegó al 777 atraída y seducida por la idea de comerse a su vecino, nunca a su vecina. Margot en tanto buscaba los puntos de su cuerpo que conocía de memoria para excitarlo.
Fueron cuatro manos y cuatro tetas subiendo y bajando por su cuerpo las que lograron que el guerrero se levantara de nuevo y que Olga, como reparando por primera vez en el pene de Arturo que tantas veces había deseado en sus pensamientos, permitiera que él tomara sus delgadas piernas y las elevara para ponerlas sobre sus hombros, clavándola hasta que soltó un gemido/grito que nunca supo si fue de placer o dolor.
Margot estaba pegada en la espalda de Arturo, con su lengua paseando por sus orejas y sus manos apretando sus tetillas. Dejó las piernas de Olga caer en la cama y le dio vuelta, dejándola en cuatro y poniendo a Margot a su lado en la misma posición.
Allí, penetraba un momento a una y a otra. Mientras ellas se besaban desaforadamente, él se deleitaba con la diferencia de aquellos cuerpos que ya estaban lacios de placer. Logró el orgasmo el hombre de nuevo y no pudo evitar pensar que la buena inversión de aquel día había arrojado dividendos: La azulita. La siguiente vez que tuvo que viajar, ya sabía que a su regreso Margot habría vuelto a llamarse Margarita y estaría viviendo con Olga donde el diablo perdió el poncho.
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