Hoy llegaron mis tíos del sur. No me acuerdo exactamente de donde, pero de un lugar llamado Rari. Bien Rari debe haber sido porque ni siquiera recordaba que tenía tíos en el sur, hasta hoy, cuando mi mamá me dijo que venían a visitarnos por unos días, ya que tenían que realizar algunos trámites. Cuando llegaron pude vagamente recordarlos. Son de esos tíos que ves una vez cada cinco o diez años, pero que te hacen sentir obligados a recordarlos, a fuerza de preguntas y de mencionarte lugares y situaciones. Se acomodaron en mi pieza… Donde más se iban a instalar si solo vivimos acá mi madre y yo. Me tocó dormir en el sillón y entregar mi dormitorio a las visitas.
Fueron tres, mi tío, mi tía y mi primo. El primo chico que yo vagamente recordaba y que ni tan primo porque mis tíos al no poder tener hijos, lo habían adoptado cuando era un bebé. Pero esa es otra historia. La última vez que lo vi debe haber tenido unos 12 años y yo unos 20. Ahora debe haber tenido 19 porque yo ya tengo 27. Chucha que me siento vieja. Lo recordaba muy tímido y algo gay. No me acordaba de su nombre hasta que me lo dijeron. Gustavo.
Al segundo día hablamos con mi primito. Lo típico, que te gusta a ti y que me gusta a mí. Me dice que es primera vez que viene a Santiago y que está sorprendido de tanta cosa que ha visto.
Se me ocurrió, en un acto de buena persona, preguntarle que lugar le gustaría visitar y que yo gustosa le llevaría a conocer. Y me sale este weón que lo que más quería conocer era un motel, porque allá en su tierra, Rari, no habían, pero que él había oído hablar de eso. Csm, me dejó patitiesa, turulata y con la pera en el suelo. En fin, yo me había ofrecido. Total, podíamos pasar por fuera o pagar algo para que el muchachito conociera. Le dije que cumpliría su deseo y lo llevaría a conocer un motel. ¡MI motel! 777 en Departamental, el lugar donde pasé los momentos más maravillosos de mi vida, con todos mis amores. porque claro, los amé a todos en las horas que compartimos allí. Cuando le dije que lo llevaría a conocer un Motel como era su sueño. Se le encendieron los ojos, pero, pero, pero yo vi un cambio más allá de sus ojos: Su pantalón empezó a levantarse y yo me dije: Este weón se está pasando películas conmigo.
Lo abracé fraternalmente para hacerlo sentir bien, como en casa. Mala… o buena idea, porque al instante sentí que una espada se balanceaba frente a mí y a escasos centímetros de mis piernas. Cuando terminó el abrazo y nos separamos, la que realmente quería ir al 777 era yo. Ni vergüenza me da. Cabro chico, huasito, tímido, llámalo como quieras, pero una espada es una espada.
A la mañana siguiente mis tíos me dicen si puedo sacar a Gustavo a conocer la ciudad. Yo miré a mi madre y vi en su mirada que casi me suplicaba que dijera que sí. Por supuesto, ellos nada sabían de nuestra conversación de la noche anterior. Puse mi mejor cara de niña buena y dije que encantada le mostraría la ciudad a gustavo. Mi tío me pasó medio a escondidas unos billetitos para que sacara al niño a conocer el zoológico y los museos. Ay, que ingenuidad, pensé.
Ese mismo día Salimos y lo llevé a departamental, a mi motel favorito, el 777. Yo quería puro comerme al Gustavito y el iba con la boca abierta mirando todo lo que se cruzaba en nuestro camino. Buena tarea me esperaba. Sin que se diera cuenta Gustavo, ya estábamos en el motel. Le dije, mira bien… abre tus ojos, estamos en la entrada. Ahora vamos a elegir entra las muchas habitaciones que están preparadas para nosotros, acondicionadas de acuerdo a nuestro gusto. Gustavo abrió los ojos como sapo de cuentos cuando le mostraron en el computador las habitaciones. Me miró como rogando que yo decidiera. Al final, lo único que el quería era conocer un motel, y a esas alturas yo lo único que quería era comérmelo a él, pero él no lo sabía. pobrecito Gustavito.
Cuando ya estuvimos a solas en la habitación, pude ver a mi primo mirando todo con ojos asombrados y abriendo y cerrando llaves. Subiendo con una mano el caño dispuesto en la habitación. Y, pensé, no sabe para qué es ese tubo. Con los ojos muy abiertos al fin se dio cuenta que yo estaba sentada al borde de la cama y se acercó a mi para decirme: Gracias, prima. Ahora se lo que es un motel, si quieres nos vamos.
Nooo, pensé yo, putas el primo que me tocó. Sin alternativa alguna, tomé la iniciativa y me acerqué a él. Mira, primo, le dije, esto es un motel, lo que tu querías conocer, pero no es un lugar turístico, es un lugar para hacer el amor. Dicho esto, le agarré su cabeza con una mano y lo besé a full, mientras mi otra mano se aseguraba que lo que había visto antes era real. Pobre primo, jadeaba y trataba de mantener sur piernas derechitas. Me empezaba a gustar ese juego donde era yo quien dominaba la situación por primera vez.
Al fin Gustavo lo entendió y nunca supe si esa fue su primera vez con una mujer, pero yo sí supe que esa fue mi primera vez con un hombre de verdad. Abrazados, las piernas enroscadas, hicimos el amor de mil formas. Llegué a gozar como jamás soñé. Los detalles te los contaré cuando me recupere… Motel 777, no podías fallar. Ese día no me quedó ningún hueso en su lugar. El con su inocencia y yo con mi experiencia fuimos la mezcla perfecta. Bendito huasito que me hizo bailar cueca arriba de la cama.
Si quieres enviarnos tu historia de motel, escríbenos a historiasdemotel@hotel777.cl, los nombres y los detalles serán modificados para reservar la identidad de las personas comprometidas.
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